1 EL SÍMBOLO
La máxima resistencia y la máxima destrucción confluyeron en esta urbe
Los ejércitos ruso y ucraniano convirtieron a Mariúpol en un símbolo de sus respectivas capacidades de ataque y de resistencia. Esta urbe portuaria de importancia capital para el Este fue el campo de una batalla encarnizada desde el inicio de la invasión. El autócrata Vladimir Putin y el ministro de Defensa de la Federación Rusa, Sergei Shoigu, dieron por ganado el territorio ayer, luego de 57 días de un asedio creciente por mar, aire y tierra.
Zelensky compara el asedio ruso a Mariúpol con "una operación terrorista"El resultado de esa ofensiva es una ciudad en ruinas y deshabitada: las últimas fotos disponibles muestran cadáveres tirados en calles devastadas por las bombas. Según cálculos de finales del mes pasado del intendente ucraniano Vadym Boichenko, más de 5.000 civiles, entre ellos 200 niños, habían perecido como consecuencia de los bombardeos, pero el conteo final podría llegar a duplicar aquellas cifras, según un reporte reciente de la Organización de las Naciones Unidas. Sólo la agresión del 16 de marzo a un teatro que albergaba refugiados habría dejado alrededor de 300 víctimas fatales. Tanto el Gobierno del presidente Volodimir Zelenski como el Kremlin y otras organizaciones internacionales llamaron la atención sobre la gravedad de la catástrofe humanitaria registrada en Mariúpol. Shoigu informó este jueves que la población había sido usada “como escudo” por las fuerzas ucranianas. “Es inhumano lo que está pasando allí”, había dicho Zelenski.
2 LA REIVINDICACIÓN
Putin encabeza el anuncio del que sería el primer acierto de su “operación”
La importancia que el Kremlin asignó al anuncio de la “liberación” de Mariúpol se corresponde con la que sería la primera gran victoria de la “operación especial” lanzada en Ucrania el 24 de febrero, que desató el repudio de la mayor parte de la comunidad internacional -incluida la Argentina-; el éxodo de empresas multinacionales de Rusia, y una tormenta de sanciones para su élite política y económica. Lo que debía ser un acto militar expedito ante un enemigo inferior se transformó en una lucha de contornos imprecisos con acusaciones de graves crímenes de guerra e instancias de humillación para las tropas rusas, como el hundimiento del poderoso barco Moskva y la imposibilidad de romper las defensas de Kiev. Estos reveses preceden la ocupación de Mariúpol.
La oficialización de la noticia ocurrió en un acto videograbado en el que Shoigu da lectura a unos papeles relativos al control total del enclave: del otro lado del escritorio, Putin asiente y, cada tanto, mueve los pies. A continuación, el autócrata ordena al ministro que cancele el asalto al complejo industrial Azovstal donde se ocultaron los últimos combatientes ucranianos. “Considero que la acción es inapropiada. Estas son circunstancias en las que debemos pensar, es decir, debemos pensar siempre, pero, aún más, en este caso, en preservar la vida y la salud de nuestros soldados y oficiales. No hay necesidad de subir a estas catacumbas y arrastrarse bajo tierra por estas instalaciones industriales. Simplemente bloquee el área ‘para que ninguna mosca se escape’ y ofrezca la posibilidad de una rendición. La parte rusa garantiza la vida y un trato digno de conformidad con los tratados jurídicos internacionales”, agrega Putin durante el diálogo difundido en las redes sociales del Kremlin.
El comandante supremo de las Fuerzas Armadas rusas luego exalta el valor del logro: dice que la intervención militar ha sido “un éxito”; manda felicitaciones para las unidades intervinientes; instruye al ministro Shoigu para que proponga premios y asegura que hay que apoyar aún más a los militares. Putin reflexiona que lo hecho merece el reconocimiento total. “Tenemos que pensar en perpetuar la memoria de aquellos camaradas que realmente mostraron heroísmo y se sacrificaron por la vida pacífica de nuestra gente en el Dombás, y para garantizar la vida pacífica y la existencia de Rusia misma”, afirma y, con esas palabras, concluye la transmisión.
3 LA REVANCHA
El Batallón Azov es despojado de su legendario bastión
La disputa por Mariúpol no comenzó en febrero de este año, sino en 2014, cuando Rusia anexionó la península de Crimea, y empezó una guerra civil entre los grupos separatistas del Este apoyados por el Kremlin, particularmente de las provincias de Donetsk y Lugansk, y el Ejército de Ucrania. En medio de esa contienda surgió un grupo paramilitar identificado con la extrema derecha: el Batallón Azov. Integrado inicialmente por voluntarios, muchos de ellos salidos de las canteras de barrabravas del fútbol, la unidad trascendió por su simpatía con la simbología neonazi y sus proclamas supremacistas blancas. También por su arrojo en el combate, que permitió detener el avance independentista en la puerta de entrada de Mariúpol y a la postre determinó la incorporación del polémico Batallón Azov a la Guardia Nacional de Ucrania. Desde entonces, el regimiento se había erigido en una especie de fuerza protectora de la ciudad. Al mismo tiempo, Putin demonizó el Batallón hasta considerarlo la expresión más cabal del movimiento “nazificador” de Ucrania que él se proponía detener con la “operación especial”.
Al rendir cuentas sobre la “liberación” de Mariúpol, el ministro Shoigu deslizó que Rusia había finalmente golpeado el corazón del nacionalismo ucraniano. “Mariúpol es un importante centro industrial y de transporte en el Mar de Azov. En 2014, el régimen de Kiev declaró a la ciudad la capital temporal de facto de la región de Donetsk, convirtiéndola en una poderosa área fortificada y un refugio para los nacionalistas ucranianos radicales en ocho años. Esta es en realidad la capital del Batallón Azov”, refirió el funcionario a Putin.
Los últimos soldados de la unidad no se entregaron ni se marcharon de Mariúpol, sino que continuaban escondidos en la gigantesca planta soviética de acero denominada Azovstal junto a un número indeterminado de civiles sin agua, comida ni medicamentos, según reportó The New York Times. Se trata de la fábrica que Putin ordenó bloquear para que “ni una mosca se escapara”.
4 LA CONEXIÓN
Vía directa entre Crimea y las repúblicas autoproclamadas orientales
La posesión de Mariúpol era lo que le faltaba a Rusia para consolidar su influencia absoluta en el Mar de Azov, estrategia que empezó con la anexión de la península de Crimea y continuó con el reconocimiento de las repúblicas autoproclamadas del Dombás, Donetsk y Lugansk. La dominación del puerto abre una vía de acceso directo entre aquellas regiones y Rusia, situación que permitirá al Kremlin mejorar la logística y el aprovisionamiento de sus soldados y aliados en el territorio ocupado. Si la guerra terminara aquí, se consolidaría el escenario de victoria pírrica para Rusia, como señaló esta semana el politólogo Andrés Malamud en una conferencia en el Consejo Argentino de Relaciones Internacionales (CARI). Pero la ocupación de Mariúpol sin duda mejora las posibilidades de despliegue del Ejército de Putin.
La ciudad portuaria que al comienzo de la guerra tenía alrededor de 400.000 habitantes -hoy luce desierta- está ubicada 113 kilómetros al sur de Donetsk y a ocho horas por tierra de Sebastopol, la urbe más poblada de Crimea. Mariúpol queda aún más cerca de la frontera occidental con Rusia: limita con el área de Rostov del Don. Puerta de entrada de los barcos que transportan la producción agrícola e industrial del Dombás, Mariúpol también cobija algunas de las plantas de metales más relevantes de la zona: su ocupación retrotrae en algún punto los límites a la época de la Unión Soviética, cuando Moscú reinaba en soledad en el Mar de Azov y proyectaba su poder sobre los países del Mar Negro.
5 EL IMPULSO
Moscú vuelve a acariciar el objetivo de Odesa
La ruptura de la resistencia ucraniana en Mariúpol pone nuevamente sobre la mesa la posibilidad de que Putin no se contente sólo con el Este y busque extender sus dominios sobre la costa del Mar Negro hasta la ciudad ucraniana de Odesa. Este parecía ser el plan original en los primeros días de la invasión, pero luego fue perdiendo aliento y la ofensiva se transformó en la actual Batalla del Dombás.
Capturar el puerto de Odesa equivaldría a limitar seriamente el tránsito entre Ucrania y Europa occidental. Pero esa ciudad tiene, además, un atractivo particular para Rusia. Fundada por Catalina la Grande, Odesa siempre expresó las ansias imperialistas del Kremlin: a ese espíritu responde su nombre original, Novorossiya (“Nueva Rusia”). Dotado de un aspecto arquitectónico majestuoso, este puerto estaba llamado no sólo a facilitar el desplazamiento de los rusos hacia el Oeste, sino también a exponer la grandeza cultural de Rusia al resto del mundo. El papel que la historia le asignó eleva a Odesa a la categoría de meca del poderío de Moscú y, por ese motivo, su “recuperación” emerge como un objetivo preciado para el sucesor contemporáneo de Catalina.